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¿Péndulo u ola? Aprende a surfear tu vida como ritual

¿Péndulo u ola? Aprende a surfear tu vida como ritual

Ritmo y Causa-Efecto

Sé un iniciado de las Leyes Universales, conoce El Kybalión

Luego de transitar las leyes de Correspondencia, Vibración y Polaridad, se vuelve inevitable reconocer que la vida no es una línea recta ni un escenario estático. Todo vibra, todo se refleja, todo se mueve en pares. Pero… ¿cómo se manifiestan esos movimientos en nuestro día a día?

La Ley del Ritmo nos da una pista precisa: así como hay olas en el océano, hay olas en la existencia. Subimos, bajamos, nos acercamos y nos alejamos, a veces con gracia, a veces en resistencia. El vaivén no es un castigo ni una prueba, es una ley. Y como toda ley, no se evita, se comprende.

Este nuevo tramo del camino nos invita a mirar de frente los ciclos que nos atraviesan —internos y externos— y a tomar conciencia de si estamos siendo arrastradas/os por ellos, o si aprendimos a leer sus señales y surfear su flujo. Aquí es donde entra en juego la segunda protagonista de este post: la Ley de Causa y Efecto. Porque no se trata solo de fluir, sino de elegir cómo lo hacemos. Y desde dónde.

Ley De Ritmo

«Todo fluye y refluye, todo asciende y desciende; la oscilación pendular se manifiesta en todas las cosas; la medida del movimiento hacia la derecha es la misma que la de la oscilación a la izquierda; el ritmo es la compensación.»

El orden cómo presentamos cada una de estas leyes tiene un por qué, cada ley que se va presentando encierra un poco de la anterior en un grado más profundo. Son parte de un todo en niveles de complejidad.

El ritmo es el constante movimiento (vibración) que existe en ambos polos energéticos (polaridad), en el que se espejan los procesos, acciones y reacciones (correspondencia) para así poder entender mejor cómo movernos dentro de nuestras realidades creadas por nosotros mismos (mentalismo).

El ritmo es una de mis leyes favoritas porque pone en perspectiva cualquier etapa de mi vida y el poder entender el ante, durante y el después de cada hecho impactante de mi existencia. Luego de entender esto, puedo incluso jugar con las oscilaciones futuras, haciendo acuerdos conmigo misma y la vida que estoy dispuesta a vivir.

Estas oscilaciones no viajan de extremo a extremo, viaja en algún grado de la polaridad para luego viajar hacia el grado opuesto de forma balanceada. Esto le sucede a cada fenómeno universal: desde los átomos, los países, el hombre, planetas, gobiernos, todos. Todo inicia y termina, hay placer y hay dolor. Hay un proceso igual para todos los fenómenos y nos lo explican desde muy pequeños con el ciclo de la vida: nace, crece, se reproduce y muere. Y el ciclo vuelve a empezar. Es una oscilación pendular.

Entendiendo que estas oscilaciones no van al extremo máximo para volver, los ritmos son distintos para cada fenómeno, individuo e incluso acción. Es por esto que algunas oscilaciones tardaran en pasar por el ciclo entero más de una vida, mientras que otros tardaran horas en completarse o décadas. Existen personas que toda su vida tendrán buena fortuna y otras solo la mitad de su vida, no siempre experimentaremos el ciclo del ritmo completo.

Y cómo todo es balance en el universo, el Kybalión nos trae un ejemplo que nos hace ver de manera más profunda una comparación entre una persona opulenta que tiene todos los recursos para hacer grandes festines y vivir rodeado de personas y al mismo tiempo anhelar el apetito y el goce que tiene una persona sin recursos; de vuelta la persona sin recursos anhelaba el tener la opulencia de los festines. Todo es balance y siempre que haya exceso de alguna cosa, habrá la carencia de otra en compensación.

Al entender esto, es normal sentir que la vida misma es una prisión donde siempre habrá un costo. Gracias a esta inquietud, los herméticos fueron un paso más allá y descubrieron que los fenómenos mentales tenían dos planos de consciencia en sí mismos: uno inferior y otro superior. Al experimentar de a ratos el plano superior, supieron que la ley del ritmo no aplica a la consciencia, solo al inconsciente. Entonces esta ley, dentro de la Ley del ritmo, la llamaron: Ley de Neutralización.

La Ley de Neutralización consiste en elevar el ego por encima de las vibraciones del plano inconsciente de la actividad mental para que la oscilación negativa no se manifieste en la consciencia y de esta manera no nos afecte. Visualicemos cómo construir un puente para pasar de un lado al otro sin mojarnos en esta oscilación negativa. El agua (la oscilación negativa) seguirá su curso por debajo de nosotros sin afectarnos y nosotros no alteraremos el flujo natural de las oscilaciones.

Esta es una práctica que el humano que se autoconoce y tiene dominio sobre sí mismo, puede practicar de a ratos, eligiendo mantenerse firme en su plan y rehusarse a participar en acciones retrógradas que le impidan su avance.

Estar vivos, ser humanos, implica experimentar estas oscilaciones. Dichas oscilaciones nunca cesan, solo que al traer a la consciencia el ritmo y conocernos cada vez mejor, podemos elegir no ser afectados mental y emocionalmente. Pasaremos igualmente períodos de entusiasmo, seguidos por períodos de depresión. Si no tenemos autocontrol y autoconocimiento, podríamos tomar malas decisiones en cualquiera de estas dos etapas. Al saber que todo es cuestión de balance, sabemos la utilidad de ambos períodos en nuestras vidas y que además: pasará.

Lo que nos trae a otra sub ley dentro de la Ley del Ritmo, la cual es llamada Ley de Compensación: “la medida del movimiento hacia la derecha es la misma que la de la oscilación a la izquierda”. Lo que trae balance y equilibrio.

Ley de Causa y Efecto

“Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo con la Ley; la suerte no es más que el nombre que se le da a una ley no conocida; hay muchos planos de causalidad, pero nada escapa a la Ley”

Esta Ley, poderosa y silente, nos revela que nada en el universo ocurre al azar. No hay coincidencias, solo sincronías. No hay milagros, solo leyes operando con una precisión impecable, aunque nuestra percepción no siempre las alcance a ver.

Cada acción, pensamiento, emoción y palabra es una causa. Y, de manera inevitable, en algún punto de nuestra línea o espiral temporal, llegará su correspondiente efecto. Puede ser inmediato, retardado o transformado por otras causas, pero llegará. Siempre llega.

Aquí es donde el iniciado comienza a distinguirse de quien simplemente transita la existencia. Comprende que puede dejar de ser efecto de la historia que heredó o de las circunstancias externas. Puede asumir su capacidad de incidir, no desde el control, sino desde la conciencia de sus actos. Puede volverse una causa viva.

El iniciado no se opone al movimiento; lo reconoce, lo estudia y aprende a navegarlo con intención.

Esto no significa tener dominio absoluto sobre todo lo que ocurre, sino reconocer en qué plano está actuando. Puede seguir siendo efecto de causas externas como el clima, la economía o el entorno, o puede posicionarse en un plano más sutil donde su intención, su presencia y su coherencia generan un campo diferente.

La ley también nos confronta con una brújula ética: cada decisión, por pequeña que parezca, reverbera. Cada sí o cada no marca el flujo de la vida propia y ajena. Elegir desde el amor o desde el miedo no es lo mismo. Elegir desde el ser o desde el no ser tampoco.

Concientizar esta ley no es solo una reflexión intelectual, es una práctica. Es una forma de estar en el mundo. De leer nuestras huellas, de anticipar las semillas. No se trata de evitar errores, sino de mirar de frente el resultado de lo que elegimos y asumirlo como parte de nuestra autoría.

Por eso, la sabiduría no está en intentar controlar el mundo, sino en hacerse cargo de lo que se siembra cada día. No todo depende de nosotros, pero todo lo que hacemos deja una marca.

Cuando comprendemos que no hay azar y que cada pulso trae su eco, estamos listas/os para dar el siguiente paso: convertirnos en fuerzas generadoras. Ya no como quien reacciona, sino como quien crea con dirección.

En la próxima entrega vamos a explorar la Ley de Generación. La que nos recuerda que todo nace de una unión. Que lo femenino y lo masculino no son opuestos, sino principios que se entrelazan para gestar vida en todos los planos. Ahí comienza el arte de manifestar: no desde el deseo vacío, sino desde la coherencia profunda. Bienvenido a la antesala de la Era Dorada.

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